ESCI-UPF

Política Agrícola Común (PAC)

Nueva reforma, patrones de continuidad y cambio

PAC Unión Europea
Foto: Huelva Red

El Consejo de la UE ha cerrado un acuerdo para la reforma de la Política Agrícola Común. No obstante, distintos actores y grupos de interés, así como algunos de los propios Estados miembros han mostrado sus reticencias y escepticismo en relación a esta enésima reforma.

Joan Pere Plaza, profesor del GNMI, participó en una tertulia radiofónica de Radio El Prat para debatir sobre la nueva reforma de política agraria de la Unión Europea. En este artículo, el profesor de ESCI-UPF entra en detalle sobre este tema de gran interés para un amplio sector económico de nuestro país.

El Consejo de la UE cerró la semana pasada un acuerdo con el que fija su posición para el tramo final de las negociaciones para la reforma de la Política Agrícola Común. Aunque no recibió el apoyo unánime de los 27 ministros de los Estados Miembro, el acuerdo fue valorado positivamente tanto por la Presidencia alemana, como por por la propia Comisión Europea. Sin embargo, distintos actores y grupos de interés, así como algunos de los propios Estados miembros, han mostrado sus reticencias, cuando no su escepticismo, en relación a esta enésima reforma de la PAC.

La Política Agrícola Común es indisociable del propio proyecto de integración europeo. Aunque en el origen, la política agrícola común fue concebida como un mecanismo para evitar la distorsión del mercado interior emergente, como consecuencia de las múltiples ayudas públicas al sector, rápidamente quedó claro que la PAC era mucho más que un mecanismo corrector. Su doble componente, económico y social, rápidamente la situó en el centro del día a día comunitario e hizo que su presupuesto, todavía a día de hoy, sea la mayor línea presupuestaria del conjunto de las políticas comunitarias.

De hecho, si se consideran los objetivos de la PAC, recogidos en el artículo 39 del TFUE, se identifica rápidamente este entronque necesario con el Mercado Único y la Política de Competencia de la UE. Pero no solo eso. En el plano económico tiene también un papel muy importante en el diseño de la Política Comercial Común de la UE y, de manera indirecta, sobre el mercado laboral de los Estados miembros. Más aún en estos tiempos en que tanto se habla de territorios vaciados. Además, la PAC contribuye también a configurar la vertebración y cohesión territorial en la UE y es un espacio donde la solidaridad interterritorial se pone a prueba de forma regular. En otro contexto, y de forma creciente, es evidente que los objetivos de lucha contra el cambio climático y los esfuerzos por consolidar sociedades más sostenibles no son ajenos a la PAC. La seguridad y la soberanía alimentaria son un ejemplo, pero no el único.

La actual reforma, que se inició en 2018, y que se inscribe evidentemente en las negociaciones del nuevo Marco Financiero Plurianual de la UE (2021-2027), no es una excepción de esta inercia. Como tampoco lo es el hecho que esta reforma se ha visto también afectada por los dos choques que ha sufrido el propio proceso de integración durante este tiempo: el desarrollo de las negociaciones sobre el Brexit y la pandemia de la COVID-19. Además, se inició durante la Comisión Juncker y se ha concluído durante la Comisión Von der Leyen, lo que ha obligado a buscar la convergencia de la reforma de la PAC con el propio programa político de la nueva Comisión y sobre todo con el ambicioso Pacto Verde Europeo que, entre otros objetivos, se plantea la neutralidad climática de la UE para 2050.

La propuesta que aprobaron los Ministros de Agricultura de los 27 Estados miembros consolida la idea de una PAC estructurada en dos pilares. Como hasta ahora, el llamado primer pilar está orientado a las medidas de mercado, sobre todo mediante ayudas directas a los productores agrícolas y forestales, y supone alrededor de dos tercios del total de la PAC. A diferencia de los primeros esquemas de la PAC en que se apoyaba a la producción, el actual modelo busca disociar esas ayudas de la producción y las concibe más bien como complemento de las rentas agrarias. Por su parte, el llamado segundo pilar se ocupa del desarrollo rural y se concreta mediante ayudas indirectas para promover la formación, la empleabilidad, la productividad y el desarrollo sostenible del sector primario, y supone un tercio del presupuesto de la PAC.

Pese a mantenerse la estructura de pilares, las modificaciones más sustanciales de esta reforma llegan por la inclusión de nuevos mecanismos e instrumentos de funcionamiento.

Destaca la incorporación de los ecoesquemas, que se conciben como incentivos económicos a aquellos productores que demuestren la incorporación de formas de producción responsables con el medio ambiente. Se lleva así al primer pilar un mecanismo (los llamados “créditos verdes”) que hasta ahora había estado en el segundo pilar. Además, el Consejo ha decidido que estos ecoesquemas, que representarán el 20% de la dotación del primer pilar, sean obligatorios para los Estados y facultativos para los productores, lo cual ha generado no pocas reticencias entre algunos Estados por miedo que sus agricultores no adapten sus sistemas productivos para poder optar a estas ayudas adicionales, con la consecuente pérdida de fondos europeos en términos generales.

Otra novedad en la propuesta de reforma aprobada por el Consejo son las llamadas estrategias nacionales. En aplicación del principio de subsidiariedad, el Consejo entiende que cada Gobierno y Administración pública de los 27 Estados miembro deberán tener mayor margen de maniobra para la consecución de los objetivos de la PAC y de los objetivos del Pacto Verde Europeo. En el caso español, por ejemplo, el Ministerio de Agricultura ya ha publicado el Plan Estratégico de España para la PAC post 2020 que necesariamente deberá ser validado por la Comisión en los futuros meses antes de su implementación. En palabras del propio Consejo, este modelo busca favorecer la eficacia en la consecución de los objetivos más que la simple observancia y adopción de las normas. No obstante, las reacciones contrarias no se han hecho esperar, como la de Marc Tarabela, miembro de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo que considera que esas 27 estratégias nacionales no harán sino enterrar la PAC, pues la UE quedará sin una estrategia común.

Por su centralidad, la PAC se ha convertido en un espejo de la evolución del proceso de integración europeo. De hecho, el sinfín de reformas que ha sufrido esta política a lo largo de los años no se puede entender si no se tiene en cuenta esta naturaleza. Observada en retrospectiva, la historia de la PAC es una evolución continua en la que se han priorizado los cambios progresivos ante los saltos radicales. Probablemente porque, como si de una partida de mikado se tratara, resulta prácticamente imposible modificar la PAC, aunque sea parcialmente, sin alterar buena parte del resto de políticas comunitarias.

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