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Ursula von der Leyen, una presidenta acorde con su contexto

Sustituye a Jean-Claude Juncker delante de la Comisión europea

Von der Leyen
Banderes de la Unió Europea a l'edifici de la Comissió, a Brussel·les. / Foto: Amio Cajander

Después del nombramiento de Josep Borrell como Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, este pasado martes 17 de julio el Parlamento Europeo dio luz verde al nombramiento de Ursula von der Leyen como Presidenta de la Comisión Europea, cargo que no asumirá hasta el próximo 1 de noviembre.

Se cierra así un ciclo político comunitario que se inició con las elecciones europeas del pasado 26 de mayo que, además de la propia composición de la Eurocámara y los dos cargos ya mencionados, ha renovado también la Presidencia del Propio Parlamento Europeo (David Sassoli, en sustitución de Antonio Tajani), la Presidencia del Consejo Europeo (Charles Michel, en sustitución de Donald Tusk) y, por último, la Presidencia del Banco Central Europeo (Christine Lagarde, en sustitución de Mario Draghi).

La elección de von der Leyen como presidenta de la Comisión ha llegado en un momento convulso para la UE y, a juzgar por lo que se ha filtrado en los medios, ha sido uno de los nombramientos más controvertidos que se recuerdan. Tanto es así, que el Parlamento Europeo se pronunció por una escasa mayoría de 383 votos a favor, sólo nueve votos más que el mínimo necesario.

El discurso de la todavía candidata ante los miembros del Parlamento Europeo mantuvo un claro tono conciliador e incorporó evidentes guiños y referencias encubiertas a muchos de los actores que forman parte del sistema político de la UE, algunos de ellos incluso presentes en el hemiciclo de Estrasburgo.

Ursula von der Leyen mostró su profunda convicción europeísta, esbozó los grandes ejes de trabajo de su mandato y aprovechó para ofrecer algunas pinceladas de su faceta más personal e íntima, que probablemente buscaban contraponer la imagen fría y distante que proyecta. No parece muy probable que veamos a la presidenta electa alborotando el pelo a un funcionario de la Comisión a modo de saludo, ni tampoco prestándole una prenda ropa a algún Primer Ministro en ocasión de un photo call. Tampoco resulta muy plausible que von der Leyen se enzarce en agudas batallas dialécticas con Nigel Farage, el líder del Partido del Brexit quien, por cierto, esta vez no mostró más reacción que un cierto gesto de desprecio en el momento en que, durante su discurso, Ursula von der Leyen manifestó que la Comisión von der Leyen estará abierta a posponer la salida del Reino Unido si ello se debe a una buena razón.

Durante su discurso, la candidata von der Leyen enmarcó la actual UE en un periodo de cambios disruptivos, fruto de procesos de largo alcance tales como la globalización, el cambio climático o el desafío demográfico. Propuso convertir esos desafíos en oportunidades, y hacerlo a la manera europea. Método que, ahondó, pasa por redescubrir la unidad, restablecer los lazos de solidaridad y asumir una distribución de las tareas; idea que repitió en momentos sucesivos para referirse a ámbitos diferentes. La nueva presidenta de la Comisión Europea enfatizó la importancia de avanzar hacia políticas más verdes y sugirió la oportunidad, cuando no necesidad, que Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutral para 2050. La política comercial de la UE también adquirió protagonismo en el discurso de von der Leyen. La nueva presidenta de la Comisión se mostró firme partidaria de anclar las relaciones comerciales de la UE en el esquema multilateral de la OMC, y abogó por la promoción de unas relaciones comerciales justas, y respetuosas con las reglas del juego. Hubo también reflexiones y propuestas programáticas en relación a la política de cohesión, la inmigración y el control de fronteras, la política de seguridad y las relaciones transatlánticas y el programa Erasmus como punta de lanza de una UE que piensa en sus más jóvenes.

Mención especial merecieron la necesidad de defender el Estado de Derecho y de incrementar siquiera la lucha contra la violencia de género. Recordó que el hecho que una de cada cinco mujeres en la UE declare haber sido víctima de la violencia no es un problema exclusivo de las mujeres. Se comprometió a conformar un Colegio de Comisarios y Comisarias paritario, y tuvo palabras de recuerdo a la tarea de Simone Veil, primera presidenta de la Eurocámara, y a la que consideró, en un evocativo juego de palabras, madre fundadora del proyecto de integración europeo.

No hubo ningún conejo saliendo de la chistera. La candidata Ursula von der Leyen, hoy ya presidenta electa, ofreció un programa de acción muy acorde con su reputación de política de perfil ejecutivo. Los escasos nueve votos de diferencia que permitieron su envestidura tuvieron orígenes y adscripciones ideológicas muy distintas, pero muchas han sido las voces que le han achacado su falta de concreción política, como ha sucedido con el grupo parlamentario de los verdes.

Es más, el propio sistema de nombramiento de la presidenta von der Leyen, que no ha dado continuidad al proceso de Spitzenkandidäten inaugurado en 2014 con el nombramiento de Jean-Claude Juncker, ha sido también objeto de críticas por parte de algunas formaciones políticas como el SPD alemán. Sea como fuere, parece darse una cierta correlación entre forma de nombramiento y perfil de la candidata, prima facie mucho menos “política” que su predecesor.

Ello no implica un regreso a la casilla de partida en el lento proceso de democratización de las instituciones comunitarias. De hecho voces críticas con el déficit democrático de la UE suelen pasar por alto que las instituciones principales no responden solo a una lógica de representación y legitimidad directa (como sucede con el Parlamento Europeo), sino también a una lógica indirecta (como sucede con el Consejo de Ministros). Además, no puede olvidarse que su diseño y atribuciones responden a un delicado equilibrio de intereses de todos los actores que forman parte de ese proceso entre los que destacan, por encima de cualquier otro, los Estados miembros.

El nombramiento de von der Leyen, así como el nombramiento del futuro Colegio de Comisarios y Comisarias que tomará posesión de su cargo en otoño, debe entenderse en esa clave, y devuelve a la Comisión a su función ejecutiva clásica, en correspondencia al contexto político y económico que la propia von der Leyen describió en su discurso como candidata.

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