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1 de mayo, Día Internacional del Trabajador

1 de mayo día del trabajador
Protestas en Haymarket Square, Chicago, de 1886. / Foto: Shutterstock

Este año, que está siendo atípico para todos, no habrá manifestaciones el Día Internacional del Trabajador. De todos modos, recordamos qué se celebra este día: a los Mártires de Chicago y su legado.

Desde hace ya más de un siglo, cada 1 de mayo los trabajadores de todo el mundo salen a las calles en multitudinarias manifestaciones. Este año, debido a la pandemia de coronavirus, serán muy pocos los países en los que se mantengan las manifestaciones en las calles y será desde casa desde donde se tengan que difundir las reivindicaciones de la clase trabajadora. Para reducir la amargura de pasar este día de lucha encerrados en casa discutiendo con trolls en las redes, hoy recordaremos cuáles son los orígenes de esta fecha y por qué se sigue celebrando año tras año.

Poniéndonos en contexto, hemos de entender cuál era la situación de la clase trabajadora a mediados del siglo XIX. Desde los años 40, la clase trabajadora había sufrido la primera gran evolución/revolución del capitalismo: la familia trabajadora. Durante las primeras décadas del capitalismo, tanto el hombre como la mujer iban a la fábrica a trabajar, lo que provocó que muchas mujeres, alcanzada su independencia económica, se negaran a casarse y tener hijos. Esto provocó que se aplicaran leyes que expulsaban a la mujer de la fábrica para que se dedicara al “trabajo” reproductivo: tocaba asegurar la siguiente generación de trabajadores. Esta situación multiplicó las horas de trabajo de los obreros hombres en las fábricas, llegando a las 16 horas diarias, 6 días a la semana, para sobrevivir a duras penas.

Durante décadas, los partidos socialistas del mundo reivindicaron la jornada de 10 horas y más tarde de 8 horas para los trabajadores. Estas reivindicaciones se expresaban en enormes manifestaciones en Estados Unidos y Europa. Mediante estas reivindicaciones, los trabajadores de diversos estados americanos llegaron a un acuerdo con la patronal y el gobierno federal, pero estos pactos no fueron cumplidos por los empresarios y se llegó a las manifestaciones de mayo de 1886.

De manera simultánea, 400.000 trabajadores fueron a la huelga en Estados Unidos el 1 de mayo de 1886. Reclamaban: 8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 de ocio. En Chicago, donde la situación de la clase trabajadora era bastante peor que en otros estados, las manifestaciones siguieron los días siguientes. Los obreros se reunieron el 3 de mayo frente a la fábrica McCormick (cuyo empresario había contratado a revienta huelgas). En un momento dado, la policía disparó a los manifestantes desarmados. Resultado: 38 muertos y cientos de heridos.

Las respuestas no se hicieron esperar. El diario Chicago Tribune publicó una columna de apoyo a la respuesta policial: “el plomo es la mejor alimentación para los huelguistas… La prisión y los trabajos forzados son la única solución posible a la cuestión social”. Desde el lado de los trabajadores también hubo una respuesta publicada en el Arbeiter Zeitung (Periódico del Trabajador, una publicación de los trabajadores de origen alemán en Chicago) por Adolf Fischer que llamaba a devolver el golpe: “Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. […] ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo!”. Al final de su escrito, Fischer llamaba a participar en una manifestación el mismo día 4 por la tarde en Haymarket Square.

La concentración fue un éxito, pero cuando el alcalde de la ciudad determinó que se tenía que acabar, la policía empezó a reprimir disparando a los obreros (no existen datos de heridos y muertos durante esta actuación). En ese momento, un obrero no identificado lanzó un explosivo a la policía y mató a un oficial. Se decretó el “Estado de sitio” y el toque de queda, y se produjeron detenciones masivas de obreros que fueron torturados. Entre estos obreros detenidos se encontraba lo que la prensa denominó “la plana mayor” de los anarquistas y comunistas de la ciudad.

En junio empezó el juicio contra 31 obreros. Posteriormente la acusación se redujo a 8 personas que fueron sentenciadas en un juicio que se reconoció como una farsa, siendo el panfleto de Fischer la única prueba que les relacionaba con la muerte del oficial. Dos obreros fueron castigados con cadena perpetua, uno fue sentenciado a 15 años de trabajos forzados y 5 recibieron la pena capital. Estos fueron George Engel, Adolf Fischer, August Spies, Albert Parsons y Louis Lingg.

Según relata el revolucionario cubano José Martí, que presenció y cubrió los sucesos, los condenados brindaron sus últimas copas de vino mientras Engel recitaba Tejedores de Silesia de Heine (que Martí tradujo como El Tejedor) antes de, convencidos de sus ideas y de un futuro mejor para la clase trabajadora, dirigirse orgullosamente hacia la horca que los convirtió en mártires.

Esa fue la categoría a la que los elevó el movimiento obrero mundial, reunido en la IIª Internacional, poco después. Así, cada 1 de mayo desde 1890, los obreros del mundo se reúnen en las calles para recordar a los Mártires de Chicago y seguir su camino manteniendo viva la lucha de la clase trabajadora.

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