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Ante la duda, Duda

El resultado de las elecciones en Polonia abre muchos interrogantes

Polonia elecciones Duda
Foto: La Nación

El profesor Joan Pere Plaza describe la situación en Polonia después de las elecciones presidenciales que fueron aplazadas por causa de la COVID-19. Las urnas han vuelto a poner al frente del país a Andrzej Duda, líder del partido conservador, con un resultado muy ajustado que refleja un país dividido.

El titular que precede esta reflexión no es la primera vez que se utiliza. El medio deportivo Eurosport lo utilizó hace unos años, para encabezar la crónica del partido de fútbol que enfrentó al Levante y el Málaga en el campeonato 2015-2016. En aquella ocasión, el titular hacía referencia al apodo del extremo luso Sergio Barbosa, que marcó a los seis minutos de haber saltado al terreno de juego. Esta vez, el titular nos lleva a otra contienda, no futbolística, sino electoral.

Los resultados de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Polonia, celebrada el pasado domingo 12 de julio, no podrían haber sido más ajustados. Andrzej Duda, actual Presidente de Polonia, de perfil conservador, y que optaba a la reelección, obtuvo un 51,03% de los votos; mientras que Rafał Trzaskoswki, actual alcalde de Varsovia, de perfil liberal, y candidato de la oposición, consiguió el 48,97%. Estos resultados ratificaron el empate técnico que ya pronosticaban los sondeos y concedieron al candidato continuista una prórroga de cinco años en su mandato. Prawo i Sprawiedliwość (Ley y Justicia), el partido de Andrzej Duda, se consolida así como el actor principal del sistema de partidos en Polonia, pues desde las elecciones legislativas de 2019 detenta también la mayoría absoluta en el Sejm, la cámara baja polaca, con un 51,09% de los escaños (y un 43,59% de los votos).

Asimismo la tasa de participación se quedó en un 68,18%, dato relativamente previsible, pero que choca con las imágenes de larguísimas colas de espera que algunos electores, lejos de sus lugares habituales de residencia, muchos de ellos de vacaciones, tuvieron que hacer antes de poder ejercer su derecho. Las imágenes de los votantes esperando su turno en las puertas del consulado de Split antes de depositar su voto hablan por sí solas.

En cualquier caso, los resultados confirman que el discurso de Prawo i Sprawiedliwość ha conseguido conectar con su electorado natural y movilizarlo de forma muy masiva. Por el contrario, la oposición, liderada por Platforma Obywatelska (Plataforma cívica), sigue sin encontrar ni un candidato ni una línea argumentativa que le permita recuperar la hegemonía que perdió en el momento en que Donald Tusk renunció a su cargo de Primer Ministro para asumir la Presidencia del Consejo Europeo en diciembre de 2014 y desapareció de la escena política polaca, por lo menos de forma activa.

El resultado es una evidente polarización política en el país que tuvo su punto culminante en la noche electoral de la segunda vuelta, cuando no hubo consenso para su organización y que acabó con la aparición de cada candidato en un canal de televisión distinto. Pero dos monólogos no suman un debate y ello no fue sino una evidencia más de lo que algunos ya llaman la Polonia A y la Polonia B.

En el centro de esta fractura se halla un debate identitario de profundo calado que parece evocar el cleavage rural-urbano propuesto por Seymour M. Lipset y Stein Rokkan, en su obra ya clásica de 1967. En efecto, los resultados electorales de este pasado domingo hablan de dos realidades sociales distintas: una urbana, en Varsovia, Cracovia, Gdańsk o Poznań -que mayoritariamente votó por Trzaskowski-; y otra alejada de estas grandes urbes -que apoyó casi sin fisuras a Duda-. Incluso cabría preguntarse si existe una Polonia C, aquella de los que recurrentemente se abstienen en cualquier tipo de elecciones. Se distinguen en su base económica y sus referentes políticos y culturales y, en consecuencia, se distinguen por las distintas fórmulas que proponen para navegar en estos tiempos de incertidumbre. Pero se distinguen sobre todo en sus concepciones de la nación, del Nosotros y del Ellos. No es casual, en este sentido, que uno de los temas estrella de toda la campaña electoral fueran los derechos del colectivo LGTBI+.

Lejos de tomar estas circunstancias como una anécdota lejana, haríamos todos bien, y la UE más que nadie, en prestarles la atención debida. El sentimiento de incomprensión, indiferencia e incluso desprecio que parece haber cuajado en una parte del electorado polaco puede enquistarse como fuente de inestabilidad interna, pero también en el conjunto de la Unión y da razón de una creciente actitud escéptica sobre el modelo liberal. También da cuenta de una forma particular de comprender y estructurar el propio proceso de integración europeo y el continuo riesgo que corren las instituciones y los líderes comunitarios de ser percibidos como una élite opaca cuyos intereses quedan muy lejos del de los ciudadanos de a pie. Ante tanta duda, este domingo los polacos optaron de nuevo por Duda. Se debe felicitar al ganador y seguir observando de cerca este estado miembro clave de la UE.

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